Dos gotas sublinguales y adiós inflamación. 
Una historia que comienza cuando una insignificante pisada terminó fracturando mi pie izquierdo. 

Sofía apenas tenía 1 año y daba sus primeros pasos. Comenzaba a caminar y yo iba tras ella resguardando sus pasitos y alerta a cualquier caída que pudiera lastimarla. Una vez más, como otras tantas, volvió a caer y yo me encontré a unos pocos centímetros de su cuerpecito. Giré bruscamente y mantuve el equilibrio con mi pie izquierdo para evitar caer sobre Sofía. Mi pie izquierdo recibió todo el peso de mi cuerpo y de pronto sentí un dolor agudo que me impidió mantenerme en pie. No es tan grave, pensé… Una simple pisada no debería causar fractura alguna. Dolia muchísimo. No cree que la pisada pudiera haber causado una lesión mayor. El dolor era muy similar al que una vez sentí con un desgarro muscular.Ya comenzaba yo un revoluver entre mis pocos conocimientos de traumatología. No le dí mayor importancia y seguí mi día a día. ¡Ya se aliviará!Me dije a mi misma.

Una semana después, ya excedida con los analgésicos, el dolor no desaparecía… Definitivamente la visita al traumatólogo era lo que seguía. Caminaba sin dificultad, solo tenía que evitar algunos movimientos para evitar el dolor. Entré caminando y no se notaba discapacidad alguna, por lo que el doctor preguntó: Cuéntame ¿Qué te trae por acá? Después de contarle lo sucedido, procedió a examinarme y concluyó diciendo: “No pareciera mayor cosa, pero igual hay que realizar una radiografía”. Explicó. El resultado fue una sorpresa para ambos: había una fractura en el quinto metatarsiano.Tenía 45 años en aquel entonces y era muy temprano para tener fragilidad en los huesos.Concienticé que todos esos años bajo tratamiento con corticoesteroides por mi condición inmunológica, ya comenzó a mostrar sus efectos secundarios: la fragilidad ósea y el riesgo de fracturas. Me sentí sentenciada. Me imaginaba privándome de actividades como correr, saltar, evitando otra posible lesión. Llegué a esa encrucijada en la que me detuve a reflexionar si valía la pena mantener las cosas igual o era momento de ir por un nuevo camino, desconocido para mí, en busca de otras alternativas para mejorar mi salud y evitar esos efectos secundarios indeseados.

Comencé un camino de transformación que inició con cambios en mi alimentación, eliminando todo aquello que podría generar inflamación y me causara más dolor en las articulaciones (el síntoma principal de esta enfermedad). Era necesario saber qué alimentos me causaban inflamación y evitarlos sería el primer paso, esta información la obtuve con la prueba de sensibilidades alimentarias.

Después de unos meses había notado una gran mejoría y ya no necesitaría de las altas dosis de corticoesteroides, pero aún faltaba un poco más para lograr el destete completo… Ya llevaba algún tiempo usando los aceites esenciales y fue así como finalmente di con el aceite esencial de Copaiba… iba en busca de un aceite que me ayudara con la inflamación. Ha sido uno de los mejores aceites que probe. Su efecto antiinflamatorio y su capacidad de unirse a receptores endocanabinoides me han permitido manejar la inflamación y el dolor. He llegado al punto de bienestar en el que quiero estar.